Las dos dulces
gotas de miel de mi rostro aprecian los sutiles colores que yo les muestro, ven viles almas dañando, y un
montón de abejas jugando.
Las dos dulces
gotas de miel de mi rostro vigilan lo
invigilable, detectan lo
indectectable, se atormentan con lo
insoñable que ahora se presenta ante ellas.
Las dos dulces
gotas de miel de mi rostro ven en las sonrisas nuevas la esperanza
comúnmente robada, brillan con la
emoción ajena, y ante ellas
llueve el dolor de los que ama.
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